Cuando el violinista se subió a lo alto del tejado observó la luna. Se preguntó si desde allí arriba el vértigo sería mayor por la altura a la que estaba, y si sería capaz de asomarse. Entonces comenzó a tocar una canción y poco a poco bajó la mirada. Y fue cuando descubrió que, desde lo alto de aquel tejado, mirar hacia el suelo ya le producía vértigo, tanto que por poco estuvo a punto de perder el equilibrio. Así que se dio cuenta de que aunque desde allí pudiese imaginar lugares peores, el auténtico miedo se lo causaba aquel que más cercano tenía, aquel que se le agarraba en el fondo del cuerpo, aquel que se ocultaba mientras estaba distraído.
miércoles, 1 de marzo de 2006
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Muy bueno tu blog! Me encantan las grandes historias que escribes sobre cosas pequeñas, pero también las pequeñas historias sobre grandes cosas... Dejo tu link en mi flog, OK?
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