lunes, 16 de julio de 2007


Espera a la lluvia.
Todo el camino se ha cubierto de musgo
y quedan algunas pinceladas por decidir.
De unas manos humeantes
escapa una ciudad en llamas,
almas que fuman propaganda de un mundo mejor,
relojes con la codicia consumida
deseando ahogarse en el fondo del mar.
Y un sendero que se interna en el bosque,
los pájaros sólo dejan de cantar cuando
tú decides dejar de escuchar.
Espera la lluvia.
Lanza los dados pero guarda un resultado.
Es una cuestión de idas y venidas,
de cuentos y fábulas,
con azúcar en los tejados,
y hormigas devorando las paredes.

Siento decirte,
al borde del camino,
que nunca eché de menos
la baranda.

Siento decirte,
ahora, cansado, al final,
que nunca quise caminar
tan lejos.

Pero la locura pudo conmigo
y ahora tengo que detenerme y mirar,
esperar en esas piedras
y escuchar la caída del río.

Es una simple cuestión
de espacio,
y yo ya acabé el mío.

Por eso,
si más abajo
te preguntan por mí,
respóndeles
que me quedé
esperando.

Que bajaré
tan pronto
como acabé de comprender
que hay que hacer
para subir de nuevo.

sábado, 7 de julio de 2007


En el centro
de un gran salón
descansa un viejo sillón verde,

una lámpara
tiñe las paredes
de naranja

y una banda
toca una canción triste
a mi espalda.

En el centro
de un gran salón
una alfombra
se desangra,

y los cuadros
respiran despacio
para no perder la pintura.

Es el salón de una mansión,
de una cafetería,
o del último piso
del edificio donde vives.

Donde acaban
las personas
que no recuerdan
como regresar.

Donde nadie
habla
pero nadie
tiene secretos.

Y las horas
son montañas de arena
que lentamente
lo inundan todo.

Es un lugar
sin entradas ni salidas,
sin ventanas a la calle,
sin invitados
ni anfitriones.

Un lugar
al que muchos huyen,
y que otros tantos
nunca podrán conocer.

Y mientras tú lees este poema,
alguien, ahí fuera,
encuentra una puerta
que antes no había visto.

Donde la mirilla
es un espejo
que distorsiona los rostros.

De donde nunca,
cuando entras,
puedes ya escapar.

Es fácil cuando queda poco por decir,
cuando has limpiado debajo de tu cama
y sacas brillo a tus zapatos.

Es fácil si cada estación es la correcta,
si un mapa es un punto tan grande
que todos los destinos son el mismo destino.

Es fácil así, con poco peso
en cada uno de tus hombros
y la carteta llena de pápeles en blanco.

Cuando fuera dos gaviotas
juegan a darse caza
y los gatos escalan muros
para encontrar la comida.

Es fácil si cierras los ojos,
pero también si los mantienes abiertos.

Es fácil ahora,
pero puede que después también lo sea.

Si en cada lámpara encendida
viven especies extinguidas.

Si el agua cae en tu cara
y se cuela entre tus labios.

Es fácil según como lo mires,
según lo que esperes de ello.

Porque si no la sensación es demasiado directa,
y puedes perder el equilibrio
justo cuando pases por el lado más alto.

Y miras por la ventana,
y ha dejado de llover,
y tal vez vuelva a ser hora
de salir a la calle y olvidar todo
lo escrito hasta ahora.

He visitado
cientos de veces
el espacio que queda
entre nuestras camas.

He calculado
la presión mínima
a ejercer
para no entrar
en tus sueños.

A veces cuando duermes
te giras y me besas,

a veces cuando duermes
me miras con tus ojos cerrados,

a veces cuando duermes
yo me siento a observarte.

Sin más que hacer
que dejar pasar el tiempo.

Apoyando mis brazos
sobre mis piernas.

Juntando mis pies.

Dejando pasar el tiempo.

Compongamos una canción hoy,
quedan notas en alguno de esos sobres
y alguna idea sujeta a ese tablero.

Compongamos una canción hoy
en la que siempre comience a nevar,
con vaho en las ventanas
y coches con los faros encendidos.

Busquemos la duración adecuada,
el ritmo correcto,
la intensidad precisa
para no rasgar el papel.

Hagámoslo sin luz,
sin música,
sin bolígrafos
y sin tinta.

Como dos niños
pintando con los dedos
que no respetan los límites.

Atropellando aviones de papel
a nuestro paso.

Y nuestros cuerpos
en equilibrio
sobre el respaldo
de cualquier silla.

Tal vez si empezamos hoy
mañana podamos borrarlo todo
y comenzar de nuevo.

Ni siquiera importa
si al final
tú,
o yo,
no escribimos la letra.

Porque a este rincón
de la habitación
siempre lleganla misma música.