lunes, 25 de diciembre de 2006

domingo, 24 de diciembre de 2006


En la cafetería del tren
está el borracho
con su gorra de marinero.

Habla con la silla
vacía
de su izquierda
mientras el camarero
le sirve
otro whiskey.

Con las miradas
clavadas
en él.

Y sus sueños
en un poema con marcas
de apoyar
demasiadas veces
un vaso.

Todos los barcos
naufragaron para él.

Pero en el faro
aún le recuerdan.

Y mientras nadie lo ve
vuelve a su asiento,
y se sienta,
y se duerme.

Y pasadas dos horas
regresa con otra
copa entre
sus manos.

O con una pistola
que carga cada día
para asegurar el tiro.

miércoles, 20 de diciembre de 2006


Mientras espero
leo un poema
que alguien
descartó.

“No es bueno”, dicen.

Pero nadie ve
que
en el reverso de la hoja
se puede oler el mar.

Porque sus palabras
llegan por arte de magia,
cerrando las manos
y dejando escapar
la sangre
entre nuestros dedos.

martes, 19 de diciembre de 2006


Y aunque no lo hiciera,
a lo lejos,
siempre lo he deseado.

Retirarme a mi vacío,
a mi locura,
y disfrutar de penetrar,
con la mirada,
el alma de los que caminan
sin rumbo fijo.

Esconderme,
y espiar el recorrido de
las dudas,
el camino que deciden tomar
a mis espaldas.

Convertirme en uno de ellos,
desaparecer del paisaje.
Y residir para siempre
en diarios, en cuadernos,
en anchas pinceladas,
en fotos borrosas
y como no, en el olvido
de los que no me conocen.

lunes, 18 de diciembre de 2006


Dejaré apagada la luz
esta noche,
con la radio sonando
desde la habitación contigua.

Mientras te espero,
aunque las rosas
se aferren a mis pies
y poco a poco
la lluvia
se cuele por la ventana.

Nunca sabré
que escribías
cuando
garabateabas en el aire,
cuando te miraba
y la alfombra
se quemaba
detrás de ti.

Pero hoy,
una vez más,
llenaste mis bolsillos
de alfileres,
y con ellos juego
a trazar un camino,
que devuelva
el sonido
a esta vieja
máquina de discos.

viernes, 15 de diciembre de 2006


Espero
que se me escuche
gritar.

Espero que,
en ese instante,
tu ventana estalle
y cubra tu colchón
de lágrimas.

Y así la noche
retroceda,
y así entonces
puedas escuchar
mi llamada de auxilio.

Ya que
estos días
no me encuentro,
estos días
te miro
pero quiero
no mirarte.

Se me hace dificil
que por dentro
me queme
la vida.

Porque al hablar
te sigo buscando,
porque por momentos
parezco recuperarte,
porque te pierdo
en un océano.

Cuando decidió suicidarse
Van Gogh se llevó a la tumba
un lienzo pintado
de amarillo.

Cuando quiero entender
por qué merece la pena seguir,
pinto a mi alrededor de amarillo
y buceo en él.

Un color
para definirlo todo,
un color
para volverse loco.

Y en la calle
me gritan
que deje de hacerlo,
que existen colores
menos arriesgados.

Pero yo sé
que, al final,
cuando todo el mundo
se plantea lo que hace,
cuando todos
dudan de ellos mismos,
entonces envidian al lodo
que les desafió
a todos.

miércoles, 6 de diciembre de 2006


¿Qué hay de los que no queremos volver?

¿Qué hay de los que atravesamos el callejón
aunque suenen las puertas a nuestra espalda?

En algún lugar reside el miedo
a perder el equilibrio,
a encender la luz
y encontrarnos lejos de nuestra habitación.

Pero tratamos
de dejar atrás los mapas,
tratamos de perseguir
esa luz que se asoma por la ventana.

Y a cada paso
la necesidad de continuar
se hace mayor.

Y a cada paso
estamos más seguros
de no conocer
que paso debemos dar ahora.

Porque la vida es algo
que no todos los días
muestra su cara

Y por eso, a cada minuto,
buscamos espectantes
ese par de ojos
que indiquen
donde dormiremos
esta noche.