viernes, 15 de diciembre de 2006
Cuando decidió suicidarse
Van Gogh se llevó a la tumba
un lienzo pintado
de amarillo.
Cuando quiero entender
por qué merece la pena seguir,
pinto a mi alrededor de amarillo
y buceo en él.
Un color
para definirlo todo,
un color
para volverse loco.
Y en la calle
me gritan
que deje de hacerlo,
que existen colores
menos arriesgados.
Pero yo sé
que, al final,
cuando todo el mundo
se plantea lo que hace,
cuando todos
dudan de ellos mismos,
entonces envidian al lodo
que les desafió
a todos.
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