martes, 28 de agosto de 2007


Voy cada tarde,
o al menos
eso intento.

Primero
tengo que
atravesar toda la playa
y después
una zona de rocas.

El ayuntamiento
ha instalado allí
unos aparatos
para que la gente
haga algo de ejercicio.
Junto
con un antiguo
tranvía,
con una fuente
de la que el agua
siempre sale caliente.

Y mientras
estoy
allí sentado,
en una de esas
máquinas,
me quedo parado
mirando el mar.

A lo lejos,
hay un carguero
avanzando
lentamente.

Por si no lo sabéis,
la velocidad
máxima
que pueden alcanzar
ronda los
35 kilómetros por hora,
y pueden transportar
una carga de unas 15000
toneladas.


Y avanza
lentamente,
muy lentamente,
al menos para mis ojos.

Y a mí
sólo se me viene
a la memoria,
cuando de niño,
con mis amigos,
jugábamos a hacer
el muerto
en la piscina.

Sin lugar a dudas
él
nos gana a todos.

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