Leyendo este relato me he acordado de un poema que escribí hace tiempo mientras trabajaba de camarero en Málaga. Allí, de vez en cuando, venía un hombre que siempre pedía lo mismo: una cerveza. Después, solía irse a una mesa y desde allí a toda chica que pasase la dedicaba una mueca intentando conquistarla. A diferencia del relato de Pepe, mi galán había perdido totalmente sus poderes con las mujeres y la imagen llegaba a ser bastante triste. Cuelgo ahora el relato de Pepe y después el poema que escribí en su día.
FRAGMENTOS
Pido un café a la camarera. Ella se vuelve hacia la cafetera y aprovecho para darle un libidinoso repaso. Es preciosa. Un anciano que está a mi lado tomando una copa de vino me dice: Si yo tuviera tu edad, ten por seguro que al final del día esa mujer estaría en mis brazos. Le creo. La joven me trae el café. El anciano se dirige a ella y adoptando una pose de galán de la vieja escuela le pregunta: ¿Qué tengo que hacer para que te cases conmigo? La camarera se ruboriza. Antes de que ella pueda contestar él se anticipa y le dice: No me respondas, ya pensaré yo en algo. Dicho esto, deja un billete de cinco euros sobre la barra, señala mi bebida y la suya y se dirige a la salida, no sin antes guiñarme un ojo. La camarera aún ruborizada recoge el billete y se aparta para dejarlo en la caja registradora. Decido lanzarme y cuando vuelve a pasar por mi lado le digo: ¿Te gustaría tomar algo conmigo cuando termines con el trabajo? Me responde que tiene novio y se aleja para atender a un nuevo cliente. Seguro que al anciano le hubiera dicho que sí.
FRAGMENTOS
Pido un café a la camarera. Ella se vuelve hacia la cafetera y aprovecho para darle un libidinoso repaso. Es preciosa. Un anciano que está a mi lado tomando una copa de vino me dice: Si yo tuviera tu edad, ten por seguro que al final del día esa mujer estaría en mis brazos. Le creo. La joven me trae el café. El anciano se dirige a ella y adoptando una pose de galán de la vieja escuela le pregunta: ¿Qué tengo que hacer para que te cases conmigo? La camarera se ruboriza. Antes de que ella pueda contestar él se anticipa y le dice: No me respondas, ya pensaré yo en algo. Dicho esto, deja un billete de cinco euros sobre la barra, señala mi bebida y la suya y se dirige a la salida, no sin antes guiñarme un ojo. La camarera aún ruborizada recoge el billete y se aparta para dejarlo en la caja registradora. Decido lanzarme y cuando vuelve a pasar por mi lado le digo: ¿Te gustaría tomar algo conmigo cuando termines con el trabajo? Me responde que tiene novio y se aleja para atender a un nuevo cliente. Seguro que al anciano le hubiera dicho que sí.
GALÁN
Pide una cerveza,
se dirige a una mesa,
y allí,
haciendo alardes
del viejo galán
que una vez fue,
cada vez que una chica
pasa a su lado
entorna una ceja,
ladea la cabeza
y con sus labios
forma una supuesta
mueca seductora.
Dos visiones de un mismo tema. Me gusta ver el fragmento al lado de tu poema, se complementan. Tío, muchísimas gracias por el espacio. Por cierto, te cojo un poema para colgarlo en mi blog.
ResponderEliminarAbrazo
La verdad que sí, son dos visiones totalmente diferentes. Cuando lei tu relato no pude evitar recordar a este hombre y al poema.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por cojer un poema mío.
Abrazo.
vaya dos textos buenos.
ResponderEliminarla vieja escuela siempre trae mejores formas
ResponderEliminarsaludos
Hola Javier,
ResponderEliminarllegué aquí por casualidad, y me quedo para poder seguir leyendo... gracias por las notas en mi blog.
Y claro, puede pedirse prestado lo que quieras!
Un abrazo desde el otro lado...
Perla =)