jueves, 15 de noviembre de 2007

"LOS TIRANTES" de Raymond Carver


"Todos nosotros" de Raymond Carver, es un pedazo de libro que estoy disfrutando poco a poco. Ayer, leyendo en la cama, me impactó mucho este poema. Aquí os lo dejo, para que disfrutéis con él.
El libro es de Bartleby Editores, y merece mucho la pena.



LOS TIRANTES

Mamá me dijo que no tenía ningún cinturón que me sirviera y
que iba a tener que llevar tirantes al colegio
al día siguiente. Nadie llevaba tirantes en segundo
ni en ningún otro curso. Me dijo,
los pondrás o te daré con ellos. Yo no
quería más problemas. Mi padre dijo algo. Estaba
en la cama que ocupaba la mayor parte de la habitación
de la cabaña en la que vivíamos. Nos preguntó si no podíamos
callarnos y resolverlo por la mañana. ¿No tenía que levantarse temprano
para ir al trabajo? Me pidió que le trajera
un vaso de agua. Es culpa de todo ese whisky, dijo mamá. Está deshidratado.

Fui al fregadero y, no sé por qué, le llevé
un vaso del agua jabonosa de lavar los platos. Lo bebió y me dijo, sabe
rara, hijo. ¿De dónde la sacaste?
Del fregadero, le contesté.
Creí que querías a tu padre, dijo mamá.
Y le quiero, le quiero, dije yo, y fui al fregadero, metí un vaso
en el agua jabonosa y me bebí dos vasos nada más
que para demostrárselo. Quiero a papá, le dije.
Creía que me iba a poner malo allí mismo.
Si yo fuera tú me sentiría avergonzada, dijo mamá. No entiendo
cómo puedes hacerle eso a tu padre. Y bien sabe Dios que mañana
vas a llevar esos tirantes, porque si no,
te arrancaré el pelo a mechones. No quiero poner tirantes,
dije yo. Vas a ponerlos, dijo ella. Y con las mismas
cogió los tirantes y empezó a pegarme con ellos en las piernas desnudas
mientras yo iba a saltos y gritando por la habitación. Mi padre
gritó que parásemos, por el amor de Dios, estaros quietos. Le dolía
mucho la cabeza y además se sentía mal del estómago por el agua de lavar
los platos. Eso es gracias a éste, dijo mamá. Entonces alguien empezó
a dar golpes en la pared. Primero sonaba
como un puñetazo boom, boom, boom y luego como si alguien
golpeara con el mango de una escoba. Por el amor de Dios,
váyanse a la cama, gritó alguien.
¡Basta ya! Y nos acostamos. Apagamos las luces y
nos fuimos a la cama. Quedamos en silencio. El silencio de una casa
en la que nadie puede dormir.

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