sábado, 10 de febrero de 2007


Cuando abandones mi casa
deja la nevera abierta,
me gusta creer
que alguien me acompaña
mientras me peleo
conmigo mismo.

He roto mi voz
para engañarte,
para no contarte
que ayer lloré,
que no se me hace
duro
arrojar mi sombrero
por la ventana.

No sé
si esto está hecho para mí,
no sé si hay algo
que lleve mi nombre.

Ya que ahora,
solo, en este hotel viejo,
enciendo la radio
para encontrarte en cada voz.

Creo que usaré
mis últimas monedas
en cenar contigo,
en algún punto del paseo,
para morirnos del frío,
para dejar de morirme de miedo.

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