Leyendo los Diarios de John Cheever, vuelvo a consignar la diferencia en cómo se ganan la vida los escritores de Estados Unidos y cómo nos la ganamos los autores de España. Cheever publicaba sus relatos en las revistas. Todos los meses. Nosotros también lo hacemos: revistas digitales y de papel, fanzines, algunos suplementos. Pero ellos cobraban por su trabajo. A tanto el folio, supongo. Y así iban tirando. Nosotros no. En España esto es impensable. Aquí te dicen, como me dijeron en el periódico en el que colaboré durante casi una década: “Si quieres seguir colaborando, tendrá que ser de forma gratuita”. En este país no hay respeto por los autores. Esteban Gutiérrez Gómez reivindicó el cuento en un manifiesto. Que yo sepa, ningún periódico lo ha publicado. Queríamos que los relatos volvieran a la prensa. Que volvieran a ocupar su antiguo lugar de privilegio. En este país no parece importar el cuento, y aún menos el cuento español, y menos aún la poesía, y menos todavía la literatura española (salvo la aparejada a los best-sellers y a los premios). Días atrás, David González tomó la sabia decisión de cerrar su blog y abrir otra bitácora en la que los lectores tendrán que pagar una cuota al año, si quieren acceder a los contenidos. Lo hizo porque recibía cientos de e-mails alabando su poesía, pero las cifras cantan: de la reedición de su poemario El demonio te coma las orejas sólo vendió unos doscientos ejemplares. La pregunta lógica que se hace es: ¿dónde están todos esos que dicen ser seguidores de mi poesía? ¿Y por qué el escritor, el poeta, deben colaborar siempre gratis, dar lecturas y conferencias sin recibir un céntimo, dispersar sus trabajos sin obtener nada a cambio? Dile tú a un albañil, después de haberte hecho el chaperón, que no tienes dinero para pagarle. No me refiero con esto a quienes ponen en pie fanzines digitales o de grapa y en los que, al final, pierden dinero porque invierten cuanto tienen. A esos hay que ayudarles. Me refiero a quienes están ganando una pasta a nuestra costa merced a las subvenciones, o a los que llenan las páginas de los periódicos con textos que no pagan, mientras ellos cobran su sueldo mensual. En España, todo lo relacionado con la literatura ibérica acaba siendo un desastre para nuestros bolsillos. Todo dios alaba la literatura independiente, pero luego, como dice Sergio Gaspar, se compra el superventas de turno. En su perfil de Facebook, Jordi Costa colgó una frase reveladora: “Jordi Costa ya tiene más amigos en Facebook que lectores tuvo su último libro”. Pues eso.
Por José Ángel Barrueco
Por José Ángel Barrueco
lo flipo
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