lunes, 23 de febrero de 2009
SIN TÍTULO
Es el bar de siempre,
el de cada fin de semana,
al que vas desde hace años.
O es otro bar, me da igual,
una fiesta,
un concierto,
no cambia nada.
Y hay una chica ahí,
la estás viendo,
tiene una copa en la mano.
Te gusta, mucho,
demasiado, y sería genial
acercarse y hablar con ella,
hacerla sonreír,
ligar, coño,
e iros juntos.
Me da igual si lo llamas sexo
o hacer el amor,
pero esta noche es lo que te apetecería,
follar.
Aunque sabes que no va a ir bien,
lo sabes,
son demasiadas veces y no va a cambiar hoy,
ella no es el problema,
el problema eres tú.
Así que prepara la carta de presentación
y trata de explicar la situación,
aunque te aseguro que no va a explicar nada,
al menos a ti no.
Y te quedarás jodido, hecho polvo, hundido,
insignificante, odiando cada parte de ti,
repitiéndote una y otra vez
“para qué coño me meto en estas mierdas”
Porque sabes cómo funcionas,
bueno, más bien sabes cómo no funcionas,
aunque lo desees, da igual,
tu cerebro es un gran hijo de puta
y puede contigo.
Así que seguramente
no te acerques,
no la dirás nada,
y claro, no te irás con ella.
Tus amigos son plato seguro
y ellos no necesitan
explicaciones.
Hasta que no cambies la pieza
que falla,
hasta que no puedas ser tú quien mande,
hasta ese momento
estás jodido,
y lo que es peor de todo,
hasta ese momento,
te vas a sentir como la mierda
más grande del mundo.
Y lo sabes.
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Pero si hay chochín fijo...
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