miércoles, 4 de abril de 2007


No vale la pena
guardar un revolver
descargado en el cajón.

No merece la pena
haberlo comprado
si únicamente lo tememos.

Hay que saltar
si la ventana se abre de golpe,
si descubrimos
que nosotros la dejamos cerrada.

Hay que gritar, bailar,
cantar.

Hay que seguir ese camino
que se pierde
cerca del río.

Hay que tener presente
que nos podemos caer,
que tal vez
mañana
nos arrepintamos.

Pero hay que vivirlo,
saborearlo,
tratar de capturarlo.

Pues nunca se sabe,
pero tal vez
la siguiente vez
que lo queramos hacer,
entonces
ya sea demasiado tarde.

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