En lugar de gritar,
en lugar de correr
me aferré con fuerza.
Prendí fuego a unos pasos
que lentamente me traicionaban.
Y quieto, asomado
desde una de tus promesas
huí en aviones de papel.
¿A quién le importó?
En unos días
el reloj volcó
la arena en la mesa.
Y en pocos minutos
me desnudé,
quedando a la deriva,
alejado de las voces,
protegido en el eco
que ocultaban en tus piernas.
martes, 7 de noviembre de 2006
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