martes, 24 de enero de 2006


Como todos los días, el farero se sienta en su mesa. Su trabajo se repite una noche más: encender el faro y controlar que no se produzca ningún fallo. Tiene una radio, vieja y pequeña, de la que poco a poco salen las primeras notas de una canción de música clásica, tal vez Tchaikovski. Una vez más abre el cajón derecho del escritorio y saca una caja de madera. Esta tapada con un cristal, y a través de el se pueden distinguir multitud de insectos diferentes, todos ellos sujetos mediante un alfiler. En un pequeño bote de cristal ha traído los últimos ejemplares que, esa misma tarde, ha estado capturando en los alrededores del faro. Con sumo cuidado los separa uno a uno con unas pinzas especiales y los engancha clasificándolos perfectamente. De fondo sigue sonando música clásica, tal vez Mozart, o tal vez no. Cuando ha acabado con la última mariposa han pasado minuto a minuto cinco horas. Como acto reflejo, como todas las noches y como cada hora, levanta la mirada. Y comprueba una vez más que la luz sigue encendida, y que una noche más no se ha producido ningún fallo.

1 comentario:

  1. Esto esta más muerto que las hermanas Lisbon....

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