jueves, 24 de octubre de 2013
Un poema de Kirmen Uribe
HAYA
Imaz, de Alzo, plantó un retoño de haya
en el monte Basaitz, el año que conoció a su mujer.
Lo cuidó con esmero durante toda su vida,
y rodeándolo con su cinturón notaba cómo crecía.
Fue uno de los mejores escribiendo coplas,
y murió en 1893. Su mujer, veinticinco días después.
Para abarcar el contorno del haya, hoy en día
le haría falta un cinturón de cinco metros.
Kirmen Uribe. Mientras tanto cógeme la mano.
VISOR LIBROS. 2003.
lunes, 14 de octubre de 2013
viernes, 4 de octubre de 2013
Tres poemas y una nota de Joan Margarit
AUTOPISTA
Empieza a anochecer, y en el coche la voz
grabada de Neruda recita sus poemas.
Entre roncos camiones nuestros faros
se adentran en la lluvia. Parece que buscaran
a una niña olvidada en una tumba
y el poema que él nunca le escribió.
Ególatra y patético, mi héroe
¿llegó a sentir alguna madrugada
que amar no es escribir cantos de amor?
Pobre Neruda, pobre gran poeta
llorando bajo tierra por la niña
que le esperó en un viejo cementerio
en los campos violeta y amarillos de Holanda.
Los poemas la ocultan como a un pájaro muerto
que el viento va cubriendo de hojarasca.
PARÍS
Venía atravesando una ciudad
construida con sueños y recuerdos.
No recordaba el nombre del hotel
ni dónde estaba. Se lo hizo recordar,
desde el Jardín du Luxembourg,
el olor de una hoguera de hojarasca.
¿Cómo salvar los días consumiéndose
en el montón de hojas del pasado?
Y de pronto vio el rótulo : Hotel de L´Avenir.
Ella seguía allí esperándolo.
Y con una sonrisa le dijo : al fin has vuelto.
Lo único decente que hay en ti
nunca ha salido de esta habitación,
de aquí conmigo.
EL SOBRINO DE VAN GOGH
Es el hijo de Theo, pero ya no le queda
ninguno de los cuadros -dados o malvendidos-
del tío Vincent, tan buscados hoy.
Ha recordado el trapo de cocina
que, jugando con él, una vez le pintó.
Remueve todo, busca el girasol
que lo ha de liberar de la miseria.
No sé si lo encontró: lo que importa es saber
que entre los trapos que hay en la memoria,
entre la mala suerte y los errores,
nos queda alguna cosa de valor.
Quizá de un gran valor. Quién sabe si jamás
hemos tenido nada tan valioso.
NOTA
Autopista
Malva Marina era la hija deficiente que Neruda no volvió a ver desde que la niña tuvo dos años. Murió en 1942 a los ocho años, y está enterrada en el cementerio de Gouda, en Holanda. Cuando en las vidas de las personas sucede algo que sobrepasa a su capacidad de asimilación, algo sobre lo que no se había pensado nunca (porque se considera impensable), la primera reacción es el rechazo, la huída. Yo tuve la suerte, en una situación parecida, de no poder huir. Neruda no tuvo esa suerte. Pero pienso que un día el poeta supo que amar no consiste en recibir sino, sobre todo, en dar. No hay nada en el mundo capaz de cerrar una herida como esta: la violencia de su silencio y de sus huidas creo que así lo confirman.
Joan Margarit. Cálculo de estructuras.
VISOR LIBROS. 2005.
lunes, 30 de septiembre de 2013
Un poema de Jacob Iglesias
Stripper
Me siento cómodo
sobre el escenario del poema.
Escribiendo a una persona
que ni conozco
ni me conoce,
aunque ambos nos buscamos sin saberlo.
Nos unen un mismo afán o una misma
carencia. Un desconocido
ante el que no me avergüenza desnudarme:
sé que nunca me podrá tocar.
Jacob Iglesias. Horas de lobo.
Editorial Origami, 2012.
Me siento cómodo
sobre el escenario del poema.
Escribiendo a una persona
que ni conozco
ni me conoce,
aunque ambos nos buscamos sin saberlo.
Nos unen un mismo afán o una misma
carencia. Un desconocido
ante el que no me avergüenza desnudarme:
sé que nunca me podrá tocar.
Jacob Iglesias. Horas de lobo.
Editorial Origami, 2012.
miércoles, 7 de agosto de 2013
Julio y Carol
En 1982, tras la muerte de Carol
Dunlop, Cortázar escribe a su madre y a su hermana para darles la noticia. Me
parece increíble la forma tan bella que tiene de describir ese momento, jugando
con las palabras hasta en un momento de tanto dolor.
París, 10 de noviembre
de 1982
Mi querida mamá, querida Ofelia:
Les
escribo estas líneas a las dos después de haber recibido las últimas cartas que
me enviaron. Hubiera preferido escribir a mano, pero en estos días me resulta difícil
y prefiero la máquina para que puedan leer sin dificultad en vez de descifrar
garabatos.
Tal
vez lo sepan ya por Aurora, que me dijo que iba a escribirles en seguida. Carol
se me fue como un hilito de agua entre los dedos el martes 2 de este mes. Se
fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos
solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil.
Hasta el final estuvo segura de que mejoraría, y yo también, pero en los dos
últimos días solamente ella, por suerte, conservó su esperanza que yo había
perdido después de hablar con los médicos. De ninguna manera se lo di a
entender, la acompañé como si nada hubiera cambiado, y en las últimas horas
conseguí que ya nadie entrara a molestarla y me quedé a su lado cuidándola,
hasta que el último calmante que le habían dado la fue adormeciendo poco a
poco. No supo nada, no sufrió nada en ese momento final. La enterré el viernes
en el cementerio de Montparnasse, un barrio que ella amaba mucho, y todos
nuestros amigos estuvieron con ella y conmigo. Puedo decirles, porque pienso
que les hará bien, que me acompañaron como ustedes lo hubieran hecho de estar
aquí, y eso me ayudó a soportar un poco mejor la distancia que me separaba de
Buenos Aires y el hueco infinito de la ausencia de mi Carolita tan querida.
No
puedo escribir mucho, me es difícil y ustedes comprenderán. Ya llegará el día
en que les hable –ojalá que allá, con ustedes- de estos años en que fuimos tan
felices. Ahora, mañana, me voy al sur de Francia, a casa de unos amigos que
tanto nos cuidaron cuando Carol estuvo enferma hace 4 años y yo el año pasado.
Aurora ha querido venir conmigo, y su compañía me hace y me hará mucho bien.
Cuando ella vuelva a París, pues sólo tiene dos días libres, yo seguiré a las
Baleares, donde tengo amigos queridos, y luego regresaré a París pasando por
Barcelona. Estaré ausente dos semanas, y creo que sólo así podré habituarme a
la vuelta a este departamento tan lleno de Carol, tan habitado por ella.
Sé
que les escribiré con más ánimo, y no tengan miedo por mi salud, que es buena.
Me cuido porque tengo la obligación de seguir viviendo por ustedes y por mi
trabajo a favor de la libertad de tantos pueblos oprimidos. Les mando a las dos
todo mi cariño, y mi recuerdo constante,
Julio
domingo, 4 de agosto de 2013
Intercambio de libros
He decidido deshacerme de algunos
libros que hay por mis estanterías. Son libros que o ya no me interesan o no me
han gustado o no he leído y creo que nunca haré. He decidido cambiarlos por
otros que sí quiero y en cambio no tengo. Para eso voy a poner una lista que
iré actualizando con los títulos que busco, por lo que si tenéis alguno de
ellos cogiendo polvo podéis cambiarlos por otro que os pueda interesar. En la
lista indicaré el formato de los que ofrezco, para que se pueda tener en cuenta
a la hora de hacer los cambios. Si alguien tiene títulos diferentes a los que
busco o quiere comentarme cualquier cosa, puede dejar un comentario o mandarme
un email.
LIBROS QUE TENGO PARA CAMBIAR:
Ana R. Cañil - La mujer del maquis – Espasa
Eduardo Punset – El viaje a la felicidad – Booket (BOLSILLO)
Bernard
Cornwell – Northumbria, el último reino– Edhasa (BOLSILLO)
Bernard
Cornwell – Svein, el del caballo blanco– Edhasa (BOLSILLO)
Bernard
Cornwell – Los señores del norte– Edhasa (BOLSILLO)
Hubert Selby Jr – Requiem por un sueño – Sajalin
Tomas
Bernhard – El frío – Anagrama
David Vann –
Sukkwan Island – Booket (BOLSILLO)
Edward Bunker – La educación de un ladrón – Alba editorial
Yasunari Kawabata - El
rumor de la montaña – Austral (BOLSILLO)
Charles Bukowski – Fragmentos de un cuaderno manchado de
vino – Anagrama
LIBROS QUE BUSCO (no indico editoriales ya que en algunos
casos se habrán editado en varias)
Juan Filloy – Caterva
Julio Cortázar – Los autonautas de la cosmopista
Julio Cortázar – Cartas a los Jonquières
Julio Cortázar - La vuelta al día en ochenta mundos
Julio Cortázar - La vuelta al día en ochenta mundos
Ravi Shankar – Mi música, mi vida
Mohatma Gandhi – Autobiografía. La historia de mis
experimentos con la verdad
Sylvain Tesson – La vida simple
Fernando Pessoa - El libro del desasosiego
Fernando Pessoa - El libro del desasosiego
James Joyce - Ulises
Con el paso de las semanas actualizaré ambas listas, tanto con
más libros que cambio como con otros que busco. Cualquier comentario o duda, ya
sabéis, comentario o mail.
martes, 2 de julio de 2013
La maquina de Cortázar - Alberto Paciano
En 1997 compré la máquina en la que Julio Cortázar escribió Rayuela. Desde entonces no puedo escribir con otro artefacto. Ni siquiera con las plumas. Para empezar, al tomar una pluma, ya se está en una actitud ajena a la escritura: más cerca de los trazos, de las líneas y los rayones, se antoja más dibujar circulitos o largas líneas que cruzan la hoja a manera de pentagrama imperfecto, pero no de escribir una palabra. Quien revise mis borradores, encontrará todo esto. En cambio con la máquina de Julio las cosas son diferentes. A uno le dan ganas de poner un disco de Bill Evans e irse metiendo en las páginas, decidido a perderse en cualquier digresión hasta el punto final. Y así sucede. Puedo escribir durante horas hasta que el sueño pide lo suyo. A veces, juego a que soy Julio Cortázar. Me dejo la barba, fumo, aunque no tengo el hábito de fumar; juego ante el espejo que esta frente a mi escritorio a practicar ciertas posiciones corporales que mi estatura, sin llegar a la de Cortázar, me facilita las cosas; imito su voz, me toco mi boca, el borde de mi boca, y todo va perfecto, escribo sin trabas, sin apenas planear algo, como si los golpes vinieran empujados desde las teclas a la punta de los dedos.
Se me ocurren cosas que seguramente no se me ocurrirían si escribiera con cualquier otra máquina, digamos, con la antigua máquina del periódico, la que utilicé por allá en el ochenta. Han sido tantas personas las que han metido sus dedos allí; que el objeto pierde esa especie de imantación que solo pueden tener aquellas cosas que fueron usadas por una sola persona. Hasta donde yo sé, hasta donde me han dicho, solo Julio Cortázar escribió en esta máquina. Ignoro si le tenía mucho apego o no; si se sentía incapaz de escribir con otra o todo esto era perfectamente irrelevante. Me gusta pensar que la necesitaba tanto como yo, que le gustaba, como a mí , mirarla por un largo rato, sin tocarla, pensando en que las palabras no existen hasta que uno se pone a respirar y pone el papel y presionas para que la palabra tenga forma, peso, aroma, realidad.
Escribir en la máquina de Cortázar ha cambiado también mis costumbres o mis habilidades de taquigráficas. Antes, en la computadora, escribía usando todos mis dedos. Llegaba rápidamente al final de la frase y ahí estaba el muro, el ahora qué, las ganas presionar el erase hasta el inicio, como en un desmayo hacia atrás; ahora, escribo solo con mis dedos índices, lentamente, presionando con esfuerzo para que la letra imprima bien, como en esa fotografía a blanco y negro que anda circulando con la red, en donde se le ve Cortázar tan inteligente, tan concentrado en su juego. No estoy seguro cuántas utilizó Cortázar a lo largo de su vida. Al menos tuvo esta. El que me la vendió, un judío polaco, me garantizó que era de él, incluso me enseñó esa foto; se parecen tanto. Justamente este Polaco le vendió a un colega la máquina de George Perec. Era un escritor, mi amigo, sencillo y modesto. Ahora está hecho un lío. Yo tampoco podría escribir con una máquina de Perec, primero, porque apenas lo he leído. No veo en él a ningún maestro, no tengo por él más admiración que la que me puede inspirar los comentarios elogiosos de los colegas que sí lo han leído, que si lo admirar, no sé por qué.
En una semana visitaré a un amigo en Buenos Aires que va a inaugurar un museo de la vida de Julio. Entre otras cosas-fotografías, textos, la gabardina con la que llegó a Paris en el cincuenta o el cincuenta y uno- exhibirá una máquina de Cortázar. Prometí llamarle en cuanto llegara a la ciudad para encontrarnos en un café; iremos después a la casa del anticuario que estará a cargo del museo, y que jura tener documentos de autenticidad y pruebas y testimonios. Le diré que no pueden exhibir esa pieza. Les pediré de favor que no lo hagan. Somos amigos. Posiblemente, ya veremos. Buenos Aires es triste.
El texto original, de Alberto Paciano, se puede leer aquí:
miércoles, 19 de junio de 2013
Vinalia Trippers - Spanish Quinqui
Podéis encontrarlo en cualquiera de estos puntos:
MADRID
-Arrebato Libros, c/La Palma 21, metro:Tribunal
-La Integral, c/de León 25, metro: Antón Martín
-Enclave libros, c/Relatores 16, metro: Tirso de Molina
-Panta Rhei, c/Hernán Cortés 7, metro: Tribunal
-La Fruslería, c/Embajadores 41, puesto 62
LEÓN
-Elektra cómics,c/Comandante Zorita 4
-Librería Artemis,c/Villa Benavente 17
GIJÓN
-Librería Paradiso,c/ de la Merced 28
ZARAGOZA
-Librería Portadores de Sueños,c/Jerónimo Blancas 4
ZAMORA
- Sala Berlín, CC La Marina
- Avalón Café, C/San Andrés 17
PAMPLONA
-Me quiero Vivir, Plaza del Castillo 38
BARCELONA
-Acció cultural, c/Martinez de la Rosa 57
-Arkham Cómics, c/Xuclà 16
y aquí tenéis el blog, donde se irán dando detalles de las presentaciones.
miércoles, 20 de febrero de 2013
Cartas a los Jonquières
Venía del Louvre con una amiga, y nos paramos a mirar Notre-Dame, lejana, entre una bruma
azul. Entonces, en menos de un minuto, ocurrió el milagro, la locura absoluta.
Los faroles de gas se encendieron de golpe, y la piedra de los pretiles, yo no
sé por qué mezcla de aire y luz, se puso intensamente rosa. Nosotros la
mirábamos, mudos. Entonces vimos que la proa de la Cité y las torres lejanas
habían pasado instantáneamente a un violeta profundo, y a la vez el río estaba
verde, un verde lleno de oro. Yo cerré los ojos, desesperado al comprender que
eso no podía durar, que esa cosa veneciana iba a degradar instantáneamente, a
perderse… Pero duró, dos o tres minutos, el tiempo de ver subir las primeras
estrellas.
Julio Cortázar. Cartas a los Jonquières.
Alfaguara. 2010.
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