Cuando Molly yo crecimos juntos ella era parte de mí y, por supuesto, yo parte de ella. Nos amábamos. Era nuestro destino. También yo lo creía entonces. Pero ahora no sé en qué creer. No estoy quejándome, sólo constato un hecho. Ahora estoy inmerso en el vacío. Y he de seguir así. No existe ya destino. Sólo hechos sucesivos a los que se les da el sentido que uno cree que tienen. Impulsos y yerros, como el más común de los mortales.
Raymond Carver. Tres rosas amarillas. Anagrama. 1989.
No hay comentarios:
Publicar un comentario