viernes, 28 de septiembre de 2007

25 de Diciembre


En las fotos
de la cena de Navidad,
entre huevos rellenos,
platos de jamón,
paté y salmón,
destaca una cara
entre todas,
la de mi padre,
con 5 meses y medio
de enfermedad
a sus espaldas,
y en cambio,
40 kilos
menos de peso.
Fue una
de las pocas veces
que pudo cenar
algo sólido
y no basar su alimentación
en batidos especiales
con sabor
a plátano.

Lo que sorprende
al ver
el resto de las caras,
es que ninguna
muestra
el más mínimo
signo
de tristeza,
todo son risas,
felicidad,
como cualquier
otro año.

Porque
el regalo
que todos
recibimos ese año,
fuera de objetos materiales
y dinero,
fue
compartir esa cena
con él,
prepararla a su lado,
verle sonreír,
y por una vez,
ganarle la partida
a un cáncer de estómago,
aunque
solamente diez días
más tarde
nos demostrase
a lo que había venido.

1 comentario:

  1. Cándida González Cano11 de octubre de 2007, 10:12

    stoy leyendo tus poemas y me gustan mucho. Te felicito.

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