Cuando llovía salíamos a jugar en los charcos. Hacíamos barcos de papel y esperábamos a ver cual era el primero en hundirse. Entonces un día desapareciste delante mía. Habías intentado recuperar tu barquita y al pisar el charco tu hundiste hasta quedar totalmente sumergida. Yo intenté agarrarte de la mano pero cuando llegué solamente podía ver la tierra a través del agua. Me senté en la acera a esperar, pensaba que en cualquier momento aparecerías y continuaríamos jugando. Esa misma tarde salió el sol. A eso de las siete y media el charco entero se había evaporado. Tu barco de papel seguía allí, arrugado y medio desecho aunque ahora seco. Cuando entré de nuevo en casa me quedé mirando por la ventana. Hay días que me levanto y me parece ver un charco de agua que llega hasta tu cama.
martes, 4 de octubre de 2005
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Pues mejor no verte los pies,Hugo,que ya los tendras arrugados como pasas...jeje. Genial,Das.
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