En 1982, tras la muerte de Carol
Dunlop, Cortázar escribe a su madre y a su hermana para darles la noticia. Me
parece increíble la forma tan bella que tiene de describir ese momento, jugando
con las palabras hasta en un momento de tanto dolor.
París, 10 de noviembre
de 1982
Mi querida mamá, querida Ofelia:
Les
escribo estas líneas a las dos después de haber recibido las últimas cartas que
me enviaron. Hubiera preferido escribir a mano, pero en estos días me resulta difícil
y prefiero la máquina para que puedan leer sin dificultad en vez de descifrar
garabatos.
Tal
vez lo sepan ya por Aurora, que me dijo que iba a escribirles en seguida. Carol
se me fue como un hilito de agua entre los dedos el martes 2 de este mes. Se
fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos
solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil.
Hasta el final estuvo segura de que mejoraría, y yo también, pero en los dos
últimos días solamente ella, por suerte, conservó su esperanza que yo había
perdido después de hablar con los médicos. De ninguna manera se lo di a
entender, la acompañé como si nada hubiera cambiado, y en las últimas horas
conseguí que ya nadie entrara a molestarla y me quedé a su lado cuidándola,
hasta que el último calmante que le habían dado la fue adormeciendo poco a
poco. No supo nada, no sufrió nada en ese momento final. La enterré el viernes
en el cementerio de Montparnasse, un barrio que ella amaba mucho, y todos
nuestros amigos estuvieron con ella y conmigo. Puedo decirles, porque pienso
que les hará bien, que me acompañaron como ustedes lo hubieran hecho de estar
aquí, y eso me ayudó a soportar un poco mejor la distancia que me separaba de
Buenos Aires y el hueco infinito de la ausencia de mi Carolita tan querida.
No
puedo escribir mucho, me es difícil y ustedes comprenderán. Ya llegará el día
en que les hable –ojalá que allá, con ustedes- de estos años en que fuimos tan
felices. Ahora, mañana, me voy al sur de Francia, a casa de unos amigos que
tanto nos cuidaron cuando Carol estuvo enferma hace 4 años y yo el año pasado.
Aurora ha querido venir conmigo, y su compañía me hace y me hará mucho bien.
Cuando ella vuelva a París, pues sólo tiene dos días libres, yo seguiré a las
Baleares, donde tengo amigos queridos, y luego regresaré a París pasando por
Barcelona. Estaré ausente dos semanas, y creo que sólo así podré habituarme a
la vuelta a este departamento tan lleno de Carol, tan habitado por ella.
Sé
que les escribiré con más ánimo, y no tengan miedo por mi salud, que es buena.
Me cuido porque tengo la obligación de seguir viviendo por ustedes y por mi
trabajo a favor de la libertad de tantos pueblos oprimidos. Les mando a las dos
todo mi cariño, y mi recuerdo constante,
Julio