martes, 30 de enero de 2007


No es miedo a la caída,
es miedo a asomarse a la ventana
y ver el bosque consumido en llamas.

Es mantener la cabeza alta
o esconderse detrás de un árbol
y observar el mundo sin uno mismo.

Es que se agarre a tus entrañas
y te devore lentamente.

Es luchar contracorriente,
es destrozar cada día
la estructura establecida.

Unos pocos dicen que está bien,
y mientras otros tantos
se dedican a mirarte de reojo,
apuntando con el dedo,
riéndose entre dientes.

Cuando te das cuenta
de que no te gusta
lo que te contaron,
cuando ves que al príncipe
no le gusta luchar contra el dragón.

Es permanecer alerta,
con los ojos abiertos,
la mente despejada,
y echar a correr
sólo
en el momento necesario.

Porque el resto del tiempo
hay que estar ahí,
sentado,
desplegando un ejercito
que te empuje a continuar.

Recuerdo sus calles
y el placer de recorrerlas,
la sensación de deambular
sin rumbo fijo,
el doblar esquinas
al azar.

Recuerdo
la sensación de libertad,
caminar día tras días
y nunca cansarse.

Hay sensaciones
que no se pueden medir
si no es con la sensación
en si.

Y es que cuando
encontramos nuestro lugar,
cuando unas calles
nos hablan
mientras las cruzamos,

entonces
la vida crece
y podemos acariciarla
por unos instantes.

Aunque momentos después
nos detengamos
a buscar un lugar en un mapa,
aunque nos distraigamos
y perdamos la atención.

Cuando se saborea la vida
se quiere poseer
ese momento,
retenerlo,
saber que volveremos
a percibirlo.

Volver, una vez más,
a ser nada y todo
en dos
miserables calles.

jueves, 25 de enero de 2007



Espero que aún quieras verme dormir
una vez más.

Espero que aún te sientas atraída
por caminar en la misma
acera que yo.

Ya sabes
que busco la sombra de los edificios,
la intimidad de esas calles
donde nadie tiene nombre.

Y poco a poco llegar a algún sitio
en donde pedirte un abrazo,
aunque al final nunca estás,
y entonces me conformo
con echar una mirada al cielo.

Hay pocos momentos
tan intensos como vaciar
una ciudad a primera hora de la mañana.

Cuando el frío aún es húmedo
y no te puedes abrigar.

Caminando sin rumbo alguno
y cualquier sitio es bueno
para pararse
y mirar alrededor.

Realmente espero que me acompañes
estos días,
en los que hacer todo y nada
ocupan el mismo lugar
y espacio.

martes, 23 de enero de 2007


Quieres bailar
mientras todos
regresan a casa.

Un tanto aturdida
porque sabes
que tu cama
te espera vacía.

Y trazas una línea
de tiza
en el asfalto,
y la calle se convierte
en la arena
de un enorme circo.

Con las ventanas
iluminadas
presentando a sus artistas.

Con equilibristas
y trapecistas
que secuestran la noche
en sus bolsillos.

Porque sigues soñando
que te aplauden,
y que,
al final,
te espera
una ducha caliente.

viernes, 19 de enero de 2007


Te podría contar
que me he quedado
toda la tarde
leyendo,
escribiendo,
pintando,
tocando el piano.

Pero te diré la verdad,
y entonces sabrás
que en mis libros
las letras se habían descolocado,
mi cuaderno escapaba por el balcón,
un reguero de óleo me demostró su suicidio,
y mi piano había estado bebiendo
y no se acordaba de cantar.

Te podría contar
que he sido feliz a tu lado,
que echo de menos
cuando me pedías un abrazo,
que duermo en el sillón
para no preguntarme
por qué no estás.

Te podría contar tantas cosas,
pero muchas de ellas
ya las sabrás
y otras ni siquiera
se me ocurrirán a mí.

Así que mejor
seguiré aquí,
con la luz de esta lámpara
iluminando la mesa
y los pies fríos por la humedad.

Y mañana, quién sabe,
puede que tenga algo
nuevo que contarte.

Quizá que me enrolé en un barco,
quizá que me tocó la lotería,
o quizá, simplemente,
te diré
que hay mil cosas que te podría contar.

martes, 16 de enero de 2007



Mientras te espero
alguien está gritando
en su habitación.

Desde mi ventana
sólo percibo su figura
tras la cortina,
pero puedo diferenciar
dos cuerpos.

Quién sabe
si hoy ya no dormirán
juntos,
si ella le está diciendo
que es mejor dejarlo,
que necesita un tiempo,
que se ha enamorado
de otro.

Por eso
mientras espero
enciendo un cigarro
y dejo que se consuma
sin llevármelo
a los labios.

Porque
ese hombre
quizá mire por la ventana,
quizá piense
que merece la pena
saltar y dejar todo atrás.

Y entonces,
si me ve,
le ofreceré una calada,
aunque sé
que está demasiado lejos
como para alcanzarlo.

Pero quién sabe,
tal vez nunca llegues,
y éste sea el único
pasatiempo
mientras me doy cuenta
que hace rato que me miro
al espejo.

domingo, 14 de enero de 2007


Esta historia tiene un final feliz,
un final de esos de película,
un final de tres letras,
un final con el beso de la pareja,
con el aplauso del público.

Aunque ahora
haya dejado de leer
y la cafetera no funcione
como debería.

Pero esta historia
tiene un final feliz.

Aunque no disfrute
de la música que pongo,
aunque haga frío
y no encuentre el modo
de aplacarlo.

Y tiene un final
feliz
porque todo eso que ocurre
le da sentido a estar aquí,
le da sentido a tirar la ropa
por la ventana
y bañarse a las tres
de la mañana.

Le da sentido
a una lámpara sin bombilla,
a un alquiler demasiado caro,
a un edificio con mal olor.

Le da sentido
porque elegirlo
fue la clave,
porque yo fui quien quiso
que todo sucediese
como te lo cuento.

Y el final feliz se lo das tú,
cuando en media hora
entres en mi coche
y me saludes con un beso.

jueves, 11 de enero de 2007


Necesito
más de dos vidas
para poder entender
por qué de vez en cuando
nada parece funcionar,
por qué si te miras en el espejo
y éste te refleja
siempre te ves desmejorado.

Necesito
más de dos vasos de vino
para abrazarte esta noche
y sonreír un rato,
hace horas vi tus manos
recorrer demasiadas
cicatrices.

Necesito
tantas palabras
que he quemado cientos
de diccionarios,
y aún así se quedan cortas
para acabar bien
este poema.

Te querría contar
que ayer lloré,
que me acordé de cuando
aún sonreíamos juntos,
de esa época
que ahora
queda tan lejos.

Pero sólo pude dormir
y olvidar,
hacer que todo se apagase
y esperar,
al fin y al cabo dicen
que mañana
siempre será otro día.

Esperemos que al menos
varíe realmente,
y si no, bueno, ya sabes
dónde encontrarme.

Las calles se hacen tuyas
con un cigarrillo en tus manos,
o con un café caliente
en un vaso de cartón.

Con la camisa nueva,
los zapatos gastados,
y un mapa que indica
donde te perdiste anoche.

Porque eres invisible
cuando nadie repara en ti,
cuando tu hueco está
marcado en el suelo,
cuando sabes tu nombre
y el dinero guardado
en tu bolsillo.

Con el frío en tu cara,
y el vaho
haciendo el amor
con esos ojos verdes
que no cesan
de mirarte.

viernes, 5 de enero de 2007

Si fuera está nevando

alguien olvidó

tu nombre

esta noche.


Alguien que busca

en su cama

un lugar seguro

donde evitar

el vértigo.


Mientras

en la calle

la nieve calma

el insomnio

de la ciudad.


Con demasiado peso

en cada una

de tus manos

y el frío

entre tus dedos

atrofiándolos.


Nunca antes

una pared

pareció

un pasillo sin puertas,

el muro

contra el que

golpear

tus sueños.


Y te muerdes

el labio

para despertar,

aunque

la sangre te indica

que es hora

de asumirlo

todo.


Mientras

en la calle

se congelan

las parejas

en los parques,

mientras

sólo buscan

darse calor

mutuamente.